Han ido transcurriendo los meses (y a que velocidad!!), y paso a paso se va consiguiendo alcanzar los objetivos y metas parciales… nivel de ahorros, cerrar temas importantes, conversaciones pendientes, vacunas y análisis médicos, papeleos y líos burocráticos, alquileres, ventas…
También pasaron momentos de dudas, algún que otro “no te vayas”, primeros planes para ese último trimestre del año, rechazo a situaciones que ni siquiera quieres afrontar por temor a la incompatibilidad con tu partida, alguna persona especial que se cruza por tu camino, algún que otro proyecto profesional…
La semana pasada hablé con Mertxe, quien tras 13 meses desde que comenzó su aventura, hace una parada en Madrid para solucionar algún tema antes de continuar su viaje. Deseaba verla, por compartir sus experiencias, por escuchar sus consejos, por hacer mil preguntas que rondaban mi cabeza y que prefería escuchar compartiendo una cerveza. Fue muy positivo. La vi cambiada, muy madura por un lado, pero un poco desorientada por otro… feliz, con la autoestima por las nubes, con logros personales debajo del brazo, pero con cierta incertidumbre en su mirada, como si quisiera seguir buscando algo que no sabía muy bien lo que era… Saqué grandes titulares de aquella conversación. Lo mejor y lo peor de su experiencia. La atracción por la gente, que acaba siendo el opio que te empuja a seguir moviéndote, satisfecha la sed de paisajes y escenarios paradisíacos. La importancia de la voluntad y la lucha constante hasta conseguir lo que se desea.
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