jueves, 10 de abril de 2014

París (28-31 de Marzo 2014)

Aunque ya había estado en París, mi recuerdo no tenía nada que ver con lo vivido en esta inolvidable experiencia de cuatro días, en la que tanto por mi situación personal, por la inmejorable compañía y por el buen tiempo disfrutado han sacado el máximo resplandor de este escenario único. Una velada en el barrio latino, una vuelta por el Sena, un pannini en cualquiera de sus bonitos jardines, sentarse en las escalinatas a los pies de la catedral de Sacre Coeur y disfrutar de las vistas de toda la ciudad, retarte subiendo la torre Eiffel tan alto como puedas, tocar las gárgolas de la catedral de Notre Dame, perderme por el bohemio barrio de Montmartre... son algunos de los muchos planes de los que puedes disfrutar.
Este fue un viaje especial, tanto por el motivo del mismo, como por la organización y plan de los días. Por ejemplo, fue la primera vez que probé a subir en uno de los autobuses turísticos (en cualquier de las ciudades que hasta el momento he visitado!). La experiencia fue buena. Sirvió para hacernos una idea del contenido de esta urbe, dejándonos planificar lo que a posteriori queríamos disfrutar con mayor profundidad y al mismo tiempo, descansar las piernas de vez en cuando mientras te retirabas o desplazabas al siguiente punto de interés, y es que, aunque París es una ciudad facilmente "caminable" y con distancias bastante asequibles, si te dejas llevar por tu instinto y decides utilizar lo justo el transporte público, quizá no te des cuenta de la cantidad de kilómentros recorridos hasta que tus doloridos pies paren a descansar!
Uno de los motivos turísticos que en general más me inspiran es la gastronomía. No creo que París se carecterice por tener platos típicos u originales, si bien su cocina es elaborada y llena de detalles (y es uno de los motivos por lo que ya deseo volver a la Ciudad de la Luz!!). En esta ocasión, me sorprendieron las panaderías, las cafeterías donde disfrutar de croissants recién hechos, las populares baguetes, los paninis (riquísima y económica solución), los pequeños restaurantes donde degustar fondués o raclettes, las creperies... Tenía ganas de descubrir la experiencia de comer en un Bistró típico, y dejándonos llevar por una recomendación (quizá algo malentendida), tan típico fue el que elegimos que me vi en un apuro al no entender más que el 10% de la carta y sin poder ser ayudado mas que por dos jóvenes estudiantes asiáticas que chapurreaban algo de inglés. Recultado final: una sencilla chuleta de cerdo con patatas fritas. Toda una experiencia (en Bouillon Chartier). A posteriori descubrí donde volver en la próxima ocasión, y es que tanto la zona de Montmartre (bajando desde Lamarck Caulaincourt hacia St.Georges) o el barrio latino (Quartier latin) son laberintos repletos de sitios con encanto que te invitan a sentarte y degustar un buen Saint Emilion con cualquier delicatessen.
Respecto al tema del idioma, es en París donde he tenido mas problemas y más desamparado me he visto. La falta de inglés de la gente mayor, junto con cuestionable predisposición del ciudadano parisino a constestar en el idioma universal me ha hecho identificarme con muchos turistas de cualquier parte del mundo que llegan a España y tienen serias dificultades para conseguir llegar a su destino, pedir lo que les gustaría comer... Aun así, la amabilidad del ciudadano parisino, frecuentemente cuestionada en debates y comparaciones internacionales, siempre ha estado a la altura de la belleza de su capital durante mi última aventura.