Llegar a la capital de Camboya deja sensaciones agridulces.
Por un lado, las continuas sonrisas y bromas de sus ciudadanos (hay que decir que los "tuk tuk drivers" son un poco pesados, saludándote a todas horas y preguntándote directamente "where are you going?" para después ofrecerte llevarte, así como si quieres fumar, si buscas chica, o... lo mas novedoso que me pasó, me preguntaron si me gustaría ir a disparar una AK-47 al monte por 40 dólares!!!) por otro, la tristeza y olor a muerte que aun perdura.
Fue entre 1975 y 1979, los jemeres rojos, al mando de Pol Pot mataron a más de un millón y medio de camboyanos, empezando por universitarios, doctores, actores, maestros, turistas...a todo el que pensaba o podía pensar, se lo cargaban.
Tras 3 años, y por la intervención del ejército comunista de Vietnam (que salía reforzado de su guerra con EEUU), se pudo mostrar al mundo el aquel genocidio silencioso.
Visitar los "Campos de la Muerte" (Killing Fields) o la S-21 (escuela que los jemeres rojos transformaron en campo de concentración) no te deja impasible. A la salida de este último centro, hombres sin piernas, sin brazos piden limosna: Camboya es el país del mundo con el mayor número de minas anti-persona. Las pusieron los genocidas en su huida final.
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